Artículo: tecnoadicciones

Como ya sabéis, el trabajo de la Fundación Aprender a Mirar abarca las tecnoadicciones y el abuso de las pantallas. También abordamos sus efectos en los menores. Ellos son el colectivo más susceptible de desarrollar una dependencia excesiva, pues están rodeados de dispositivos electrónicos que utilizan constantemente para casi todo y de manera natural.

Precisamente, los días 20 y 21 de octubre tuvimos el placer de contar con el prestigioso Dr. Manfred Spitzer. El conocido psiquiatra impartió sendas conferencias en Barcelona y Madrid sobre la salud cerebral en la infancia y la adolescencia, en relación al abuso de las pantallas.

Principalmente, las tecnoadicciones vienen asociadas al uso del móvil (nomofobia), ya sea para jugar, para mensajería instantánea, redes sociales o simplemente para conectarse a internet. Pero, sobre todo afectan por el uso de los videojuegos (gameholismo), tanto en dispositivos móviles como consolas. Un reciente estudio elaborado por ESET, compañía de seguridad informática, revela datos preocupantes, como que los jugadores reconocen haber estado activos, sin parar, hasta 10 o 12 horas con títulos como Pokemon Go o World Of Warcraft. Y, si esto nos parece una exageración, algunos llegaron a afirmar haberse mantenido frente a las pantallas de sus tablets o teléfonos móviles jugando durante 24 horas; algo que ha hecho saltar la alerta de los expertos que consideran que dicha exposición debe ser controlada y reducirse a escasas horas a la semana.

El 83% de los encuestados pasa al menos 2 horas al día delante de las pantallas, mientras que el 10% llega incluso a las 5 horas al día y el 3% a las 10 horas diarias. Un 14% reconoció estar obsesionado con algún juego en particular.

No es extraño sorprender a menores, que supuestamente están durmiendo, con la pantalla encendida robando horas al sueño. A modo de anécdota, para ilustrar este tipo de comportamientos, un amigo este verano tuvo que cuidar de unos familiares menores que estuvieron literalmente enganchados a la pantalla todo el tiempo que podían ya que, normalmente, sus padres no les dejaban y les ponían restricciones. Aprovechaban, así, la ausencia de normas o reglas durante su período vacacional.

El problema se extiende a que la dependencia de las pantallas va más allá, ya que ésta puede combinar más de un cometido. Es decir, tras jugar a la consola, el niño/a puede seguir su actividad consumiendo otro tipo de contenidos que no impliquen interacción, como series o películas, chats con amigos, etc.

Generalmente, esto sucede sin que exista una percepción o conciencia de que se trate de un uso abusivo ni de las consecuencias negativas que esto pueda ocasionar en el entorno familiar o social, ni de la pérdida de la noción del tiempo o la falta de atención a otras actividades más importantes.

Incluso, estos hábitos interfieren y pueden ser motivo de discusiones familiares. Por ejemplo, durante la comida y la cena, pues, precisamente, hay muchos padres que recurren a las pantallas para que actúen como “niñeras” o ayuden a calmar a los niños reticientes a comer al ritmo deseado. Si utilizamos las pantallas en este contexto, luego no nos debe extrañar que, cuando sean adolescentes, chateen mientras comemos y lo vean como algo normal. Al fin y al cabo, si siempre hemos tenido la televisión encendida durante las comidas (aunque no se le preste mucha atención), esa distracción natural para ellos pasa a ser el móvil.

Es peor cuando sí existe la conciencia del impacto negativo. Entonces, nos encontramos frente a una patología descontrolada y frente a un uso conflictivo de la tecnología, con sensación de angustia, vacío y soledad en el supuesto de perder el contacto con los dispositivos y, por el contrario, con un bienestar que únicamente se encuentra mediante el uso de la tecnología.

En cualquier caso, la solución nunca pasa por la prohibición, sino por el racionamiento y la adquisición de otras actitudes y valores que propicien un estilo de vida que consista en usar la tecnología sin depender de ella.

Algunos consejos para prevenir y hacer frente a las tecnoadicciones:

  • No dejar que duerman con el móvil cerca y/o desactivar internet por las noches.
  • En reuniones familiares y eventos con amigos no dejarle el móvil. Con esto favorecemos que se relacione con los demás, en persona, y evitaremos que el niño o adolescente deje de lado las relaciones sociales.
  • En el caso de los más pequeños: si les dejamos el móvil que sea en momentos puntuales y porque se lo hayan ganado, nunca para que nos dejen tranquilos.
  • Si insisten, condicionarlo a que primero atiendan otras prioridades o, simplemente, poner alguna disculpa: que lo necesitáis para el trabajo, que se le agota la batería…
  • Propiciar alternativas a la tecnología que además son imprescindibles: ejercicio físico, extraescolares, lectura, juegos…

Y, por supuesto, lo primero: vivir nosotros mismos esos hábitos saludables. Si no priorizamos la técnica sobre la persona, los menores lo aprenderán. Nuestra coherencia facilitará su aprendizaje.