10.000 noches en ninguna parte

Ramon Salazar emprende su tercer largometraje como director en 10.000 noches en ninguna parte. Sin embargo, el realizador ha tenido mayor proyección mediática como guionista, ya que se encargó de adaptar las taquilleras historias de Federico Moccia. Como si fuera una catarsis, Salazar ahora escribe y dirige este relato de autor, en las antípodas de las acarameladas películas protagonizadas por María Valverde y Mario Casas.

En 10.000 noches en ninguna parte, Salazar deja volar su imaginación y explota la creatividad, huyendo de cualquier ortodoxia a la hora de hacer cine. Esta libertad es posible gracias a la autofinanciación, que también ha implicado adaptar los rodajes a la disponibilidad de los actores y filmar con cámaras digitales.

Los tres momentos vitales del protagonista, ubicados en tres ciudades europeas, se entrelazan sin obedecer a una estructura lineal y temporal, como ocurre en películas como 21 gramos o Babel. El simbolismo también juega un papel importante en el largometraje. Si Madrid representa para el protagonista la opresión, París la inocencia, mientras que Berlín la liberación de cualquier tabú sexual.

Sin embargo, el conjunto no acaba de funcionar. Es ambiguo y le falta consistencia. Es como si mostrara un poco de cada lado, pero con miedo a la hora de ahondar en las carencias afectivas del protagonista. Por otro lado, no se le puede negar el esfuerzo por ser una película poética, sincera y con un aire muy indie que refuerzan su elenco de actores y la banda sonora de Najwa Nimri.

Firma: Montserrat Bros