Amazonas, el camino de la cocaína

Lo primero que hay que decir es que Amazonas, el camino de la cocaína no es una película de cine. Es un producto típicamente televisivo, sin querer con esto menospreciar el trabajo de los profesionales de la pequeña pantalla. Por eso, no lo podemos analizar como habitualmente lo hacemos en esta sección.

Dicho esto, es de justicia dejar claro el indudable interés humano de este documental de David Beriain y valorar también su implicación personal en el proyecto.

Es de agradecer que vuelva a hablarse del peligro de la droga y de las numerosas consecuencias negativas que genera. Parece que es un tema que tuvo su boom audiovisual hace unas décadas y que se ha ido desvaneciendo sobrepasado por otras desgracias. El problema es que, en el mundo real, sigue siendo una peligrosa lacra que siembra dolor y muerte allí por donde pasa, tal como nos muestra el documental a lo largo del camino que recorre.

Sin dejar de plasmar la belleza de los paisajes latinos, Beriain se centra (un nuevo acierto) en todas las personas que hay detrás de una papelina que se consume frívolamente en cualquier esquina del Occidente pudiente y superficial. Campesinos, camioneros o asesinos a sangre fría van desfilando delante de la cámara hablando, unas veces con compunción, otras con despreocupado orgullo, de por qué contribuyen en cierta medida al negocio de los narcos. Hay cierta complacencia al justificar la colaboración de los campesinos, que apenas sobreviven con lo que les dan por recolectar lo que luego se venderá por millones de dólares, pero no deja de plantearnos el dilema de qué haríamos nosotros en su lugar.

Beriain se acerca al problema con sinceridad y verdadera preocupación por aquellas personas que se ven abocadas de alguna manera a trabajar en tan sucio negocio. La voz en off, con la que él mismo dirige la narración, tiene un tono algo afectado, sin embargo esto no desvirtúa la citada sinceridad.

En definitiva, la fuerza de este documental emana de la cercanía de sus realizadores con los seres humanos protagonistas de este auténtico drama. Sus numerosos primeros planos, serenos y penetrantes (aumentados, eso sí, por la gran pantalla) son lo más interesante de este programa que, a pesar de su carácter televisivo, está muy lejos (gracias a Dios) del modelo estándar vocinglero y ruidoso liderado por Callejeros viajeros.

Firma: Esther Rodríguez