15:17 Tren a París

El último título de Clint Eastwood constituye, como poco, una monumental decepción. Tenía entre manos una historia muy potente que parecía concebida a su medida: un hecho real de valor y patriotismo, protagonizada por militares y civiles anónimos pero capaces de una gesta pequeña aunque extraordinaria y de enormes consecuencias, ambientada entre Europa, América y Asia, regada de espiritualidad… Y sin embargo, bien sea por la precipitación en su estreno, por la inexperiencia de la guionista o por el inexorable peso de la edad (Eastwood tiene ya 87 años) el caso es que este film se queda pobre en el drama, escaso en el mensaje y tremendamente aburrido en su desarrollo.

Lo insólito y memorable del hecho heroico que motiva la película tiene la peculiaridad de que sucedió en unos pocos minutos. La construcción de todo un largometraje para difundirlo con eficacia era muy complicada y ni Eastwood ni Blyskal han dado con la tecla adecuada.

Optaron por arrancar, basándose en el libro de Jeffrey E. Stern que primero recogió los sucesos de 2015, en la infancia de los tres protagonistas, dado que es el momento en el que se forja su amistad. Ya esas primeras escenas desconciertan debido a un tono precipitado que roza la caricatura (además de un terrible doblaje en castellano). Intercalar flashes de lo que sucedería años después en el tren a París para no olvidar el objetivo principal se revela superfluo y cortante.

El paso de la infancia a la juventud y la entrada de Spencer y Skarlatos en el ejército resulta más adecuada pero a mitad del film, cuando comienza el viaje por Europa que explica su presencia en el tren siniestrado, la película se convierte en un reportaje turístico. Las andanzas de los protagonistas por Italia o Alemania son simpáticas y podrían servir para conocer más al trío de héroes. Sin embargo, a esas alturas del metraje, el espectador ya se ha familiarizado de sobra con ellos y los signos de aburrimiento son manifiestos.

Considero que el error de Clint Eastwood (si es que se puede decir así de un gran director como es el californiano) es haber confundido el género. Como docudrama hubiese sido perfecto, sobre todo desde el momento en que ha tenido el privilegio de contar para el proyecto con los tres auténticos héroes dispuestos a hacer de ellos mismos. Sin embargo, el intento de dramatizar el acontecimiento le ha hecho perder el rumbo.

Menos mal que la verdad siempre sale adelante y lo que quedará para las generaciones futuras (con su ficción cinematográfica o sin ella) es la impronta de tres jóvenes que no dudaron en exponer su vida para salvar la de un montón de desconocidos. Y que dicha determinación, como refleja el emotivo, expresivo y sincero final, es el resultado de una generosa actitud vital.

Firma: Esther Rodríguez