45 años

Andrew Haigh, director y guionista de Weekend, hace doblete de nuevo en 45 años, pero esta vez lleva a cabo la adaptación de un relato corto del escritor David Constantine en lugar de un argumento original.

Sin embargo, en las manos de este realizador inglés, la historia adquiere una poderosa personalidad. Aunque los personajes están confinados en un espacio reducido en casi todas las secuencias, la pareja protagonista interpreta un guion mucho más completo, complejo y coherente que el de su film anterior.

Esta vez, los caracteres, las fragilidades, las dudas y un conjunto de imbricados y nada fácil tejido de afectos, emociones y reflexiones se dibujan con pequeños esbozos, con sutilidad y, a la vez, con profundidad, de manera que Haigh provoca, en paralelo, cierta tensión y sensación de suspense en el espectador.

En este sentido, su película sabe crear una atmósfera que, en segundo plano, manifiesta que ese matrimonio realmente alberga 45 años de historia. Por eso, a lo largo de sus 95 minutos la idea de pasado, recuerdo y memoria se sitúan en un primer plano y crea un precioso contraste entre la debilidad física y psíquica de Geoff y la curiosidad temerosa y la fortaleza en quiebra de Kate.

En especial, resalta la escena de las diapositivas, donde la luz difusa, la transparencia y los velos hacen evidente la particular presencia de ese fantasma del pasado. De modo análogo actúan las fotografías del mural confeccionado por los amigos y otros pequeños detalles que hacen interesante esta crisis matrimonial, no exenta de momentos perturbadores y dolorosos.

Sin ser desesperanzado, el paseo de Andrew Haigh es triste. Deja a sus personajes -unos soberbios Tom Courtenay y, sobre todo, Charlotte Rampling– en la sombra de una relación que ha tenido muchos momentos de luz, lo que permite una mirada más directa a la humanidad herida que cada persona llevamos dentro.

Firma: Lourdes Domingo