Agosto

Tracy Letts adapta su propia pieza teatral al formato cinematográfico, de ahí que la película haga bastante hincapié en los aspectos más dramáticos del espacio. El territorio de Oklahoma, árido, seco y algo indómito, capaz de imprimir carácter a los personajes, se contrapone, como si de un western se tratara, a la arquitectura humana por excelencia: el hogar, en esta caso de los Weston.
 
Letts y Wells aprovechan esa savia y van construyendo un conflicto en el que anidan aspectos derivados del germen que alberga el western: lo sedentario (los familiares que permanecen allí) frente a lo nómada (aquellos en la diáspora) o la capacidad del ser humano de adaptarse o no al espacio del que provienen.

John Wells tiene una corta carrera en cine, que le ha producido un título solvente como director y guionista (The company men). Ambas tareas ha sabido combinarlas con destreza en series televisivas de éxito: en Urgencias como realizador o en El ala oeste de la Casa Blanca, como guionista. En Agosto sabe encajar con agilidad y cierto clasicismo un libreto basado en una profunda caracterización de personajes y articulado en unos brillantes diálogos. Letts deja que los personajes se vehiculen a través del sarcasmo, pues éste constituye una fértil herramienta para revelar conflictos que, de otro modo, sonarían aún más culebronescos. Así, incluso consigue hacer reír en momentos casi catárticos o de especial crudeza.

De hecho, el equilibrio que alcanza apenas se rompe, a pesar de que juega con fuego (secretos del pasado, verdades que dinamitan y explotan en las manos del primer miembro de la familia que pasa, contrastes intergeneracionales, dramas paterno o materno-filiales, desengaños amorosos…); lo que es harto meritorio, aunque en varias resoluciones sí que se le ha ido la mano en la hipérbole o en la concentración de conflictos hasta casi lo inverosímil. Sin duda, la capacidad de Mery Streep de verbalizar el patetismo, la de Julia Roberts de encarnar el no deseado alter ego de su madre, así como la del resto de actores y sus respectivos personajes, permiten que la algo excesiva prolongación del film lo parezca menos.

De nuevo, late en el fondo una historia de escritores, aunque el que empuñe la pluma sea el gran ausente del film, una especie de Mario que consigue congregar a todo su clan (mayoritariamente femenino) durante, eso sí, más de 5 horas.

Firma: Lourdes Domingo