Ahora sí, antes no

Hong Sang-soo es un director de cine surcoreano muy valorado en la comunidad cinéfila internacional por lo original de sus propuestas, la valentía al llevar adelante sus proyectos y la seguridad que transmite de que filma lo que realmente quiere y le gusta.

Además, parece rehuir cualquier atisbo de snobismo o de pretenciosidad de artista de élite, lo que le permite acercarse mínimamente al universo del espectador. Al mismo tiempo, tras esta elogiosa y cierta presentación que acabo de hacer del director, se encuentra una historia tan propia del cineasta y tan enraizada en la idea personal que Hong Sang-soo tiene del cine, que hace muy difícil comprenderla y compartirla (fuera de la admiración que el artista libre suscita entre los amantes de arte).

Sang-soo tiene la habilidad de contar historias sencillas, con personajes retratados con naturalidad (incluido el peculiar director de cine y la pintora amateur) a los que deja hacer y moverse libremente delante de la cámara. La acción no parece llevar a ningún sitio y, si esta peculiaridad se valora al entenderse como un trasunto de la riqueza de la vida cotidiana, también es cierto que puede acabar exasperando al espectador que no sea consciente de que está ante un ejercicio fílmico.

En esta ocasión, Sang-soo desdobla la misma historia para mostrarnos cómo las pequeñas decisiones que tomamos pueden trastocar una misma situación y conducirla a un final distinto. Sin embargo, el director coreano no discurre por la senda de la maravillosa La vida en un hilo de Edgar Neville, sino que apuesta por no variar apenas las peripecias de las dos tramas y concluir ambas de un modo… (y omito el adjetivo para no desvelar demasiado).

El resultado, por tanto, y como decía en un principio, es una película admirable por lo que tiene de valiente, personal y metafílmica; pero muy difícil de digerir en una sala de cine comercial y, a juicio de la que suscribe, no necesariamente imprescindible.

Firma: Esther Rodríguez