Atómica

No es que la película esté mal rodada, todo lo contrario, pero es que nos la traen vacía. No hay nada más que violencia, a secas, sin pasión ni argumento. A matar en frío, sin historia, sin personajes currados.

Tan plana resulta que a los quince minutos ya nos parece estar viendo una tabla de artes marciales con buena coreografía que entra en bucle hasta completar las casi dos horas de proyección.

Y claro, el asunto se vuelve tan mecánico que la mirada se desvía hacia temas completamente colaterales. Por ejemplo, la visión de Berlín durante los días anteriores a la caída del muro, impresionante recreación de una sociedad desintegrada; o la alegría inmensa del colectivo de stunts que han dejado la cola del paro durante el rodaje gracias a su ex compañero de caídas, ahora metido a director; o la ristra de hits musicales de los 80 que amortigua el sonido de los golpes.

Y, mientras se siguen zurrando, te das cuenta de que el trabajo ha sido ingente, duro a más no poder, costoso en dólares, cansado para sus protagonistas que ofrecen algo de su talento a personajes que no dejarán huella en sus carreras aunque sí en sus carteras. Y te preguntas porqué y echas de menos a Tarantino y tiemblas, porque Atómica sale de un cómic de Antony Johnston y Sam Hart, The coldest city, y sabes que es una trilogía.

Firma: Anna Puigarnau