Aurora boreal

Lindblom adapta una nueva novela negra nórdica como ya hizo en 2003 con El tronco, basada en un libro de Henning Mankel. Ahora, en pleno fragor de la saga Millenium de Stieg Larsson, se estrena con tres años de retraso una sombría historia firmada por otra Larsson, Assa.

La película no esconde nada que no haya visto antes el espectador, a excepción del hicapié que se hace en la majestuosidad de los paisajes nórdicos y en un uso abusivo de los sonidos naturales para crear tensión.

Oscura, a pesar de la nieve y la luz boreal, desesperanzada y cargada de secretos malsanos, la película hace un retrato maniqueo de las posturas vitales ante lo espiritual. Los creyentes, miembros de una cerrada secta protestante, son fanáticos y esconden mucha basura en sus armarios, y los ateos son ponderados y honrados. Sin embargo, tampoco puede decirse que Rebecka, la protagonista sea un ejemplo de felicidad. Y es ahí donde la película aporta esa dosis de amargura que tanto sobra en el cine europeo. Ni el personaje de la inspectadora de policía embarazada –una especie de reflejo aguado de la Marge Gunderson de Fargo– consigue dar algo de esperanza al film.

Firma: Lourdes Domingo