Betty Anne Waters

Betty Anne Waters es de aquellas películas que, con un guión poco original y con una temática no muy novedosa, logra llegar al público. Es decir, la audiencia no se queda indiferente frente a la historia que se narra a través de las pantallas. Esta conexión entre espectador y relato se desprende de equiparar situaciones que, diariamente, se escuchan en los telediarios y se leen en la prensa, en donde personas inocentes son acusadas injustamente, con las historias que desde el cine se cuentan.

El melodramatismo que caracteriza la película, en ocasiones excesivo, no empaña las muy buenas interpretaciones de Hilary Swank (Boys don’t cry, Million Dollar Baby) en el papel de Betty Anne Waters y de Sam Rockwell (Moon, Iron Man 2) como Kenny Waters. Estas actuaciones contribuyen a que el ritmo de la película sea ágil, en una trama en la que los constantes altibajos emocionales (fracaso, triunfo) permiten al espectador formar parte de su desarrollo. Además, el guión sin tregua muestra la evolución de los personajes, sobre todo el de Betty Anne quien luchará con todas sus fuerzas para demostrar la inocencia de su hermano y para ello tendrá que demostrarse a sí misma el gran potencial que tiene. Por eso, su mayor reto será el convertirse en abogada.

El amor a la familia, la constancia y la perseverancia son cualidades que están presentes a la largo de la película; forman parte del hilo argumental y le dan sustento y fuerza, ya que sin estos valores Betty Anne Waters se quedaría en una película más de serie B.

En definitiva, una buena opción para aquellas personas amantes del thriller y del drama con unas magníficas interpretaciones, acompañadas de un gran reparto.

Firma: Cristina Mondejar