Bienvenido al paraíso

El guionista y realizador británico Alan Parker, establecido con éxito en Hollywood (El expreso de medianoche, Arde Mississipi), ha vuelto a sorprender con un film contundente. Basado en hechos reales, relata una historia de amor y sufrimiento en la América de los cuarenta, consiguiendo que uno de los aspectos más ocultos de su historia norteamericana salga a la luz pública: cuando a raíz del ataque japonés a Pearl Harbour, se desató en Estados Unidos una furibundo antiniponismo que llevó a unas 110.000 personas de origen amarillo a ser internadas en campos. Para documentarse, este autor empleó “más de cincuenta libros -ha dicho-, cintas de vídeo y artículos sacados de revistas y periódicos como base para conseguir un primer tratamiento del guión”.

La notable interpretación y la evocación de esa época -perfectamente ambientada- le dan un tono de documental de reconstitución histórica que equilibra estéticamente con el cine de ficción, que en definitiva es la película. No obstante, su ambiciosa Come See the Paradise está planteada como una tradicional love story, con una melodía musical excesivamente envolvente y ciertas concesiones eróticas -que en una ocasión no emplea la elipsis-, aparte de unos toques sentimentales, cuya insistencia y blandenguería llegan incluso a provocar la lágrima en el espectador. Es el estilo habitual de Alan Parker, que centra aquí su denuncia sociopolítica en “una historia de amor que me parece hermosa y universal”, y claro está, de fácil efecto en la taquilla mundial.

Con todo, a pesar de los defectos apuntados, Bienvenido al paraíso es una reivindicación en la línea de la efectuada en 1988 por el Congreso de los Estados Unidos, que reconocieron su culpa y concedieron una indemnización de veinte mil dólares a los 60.000 supervivientes de esos campos de concentración.

Firma: Josep Maria Caparrós