Birdman o (La inesperada Virtud de la Ignorancia)

Alejandro González Iñárritu apuesta por el ensayo lúdico y dramático sobre un terreno que conoce de cerca: el mundo de la fama, de la relevancia pública y del “yo” lastimado por un trabajo en el que hasta la intimidad se expone para que todo el mundo opine, incluso hasta el escarnio. Esa fragilidad, que puede conducir a perder contacto con la realidad y la relevancia auténtica, constituye el epicentro de un guión que cuenta con tres compañeros de viaje más.

Nicolás Giacobone y Armando Bo, que coescribieron con él Biutiful, también son autores de una película –El último Elvis– que guarda algunos paralelismos con Birdman. Ahora suman agudezas, junto a otro conocido suyo, Alexander Dinelaris, para acelerar los diálogos y cargarlos de densidad teatral y también reflexiva.

El director mexicano aboga por un cambio en la estructura del guión y en su filmación. Escoge la steadicam en continuidad. De este modo, desarrolla una realización de aparente toma única, maleada por travellings imposibles. Al mismo tiempo, encerrado en esta dinámica, su trama no se fragmenta ni se traza en paralelo, como en la mayoría de su filmografía, sino que se multiplica sin perder la unidad de espacio y acción.

De principio a fin, los personajes pisan un terreno resbaladizo, entre la realidad física y la mental, entre la ficción en sus vidas y la ficción que están representando en el aviejado teatro; algo que conecta bastante con la dualidad del superhéroe. Y la paranoia no se hace esperar. Así, Iñárritu se adentra en la mente quebradiza de un actor que se debate entre el afecto sonoro del público y el incondicional e incondicionado de su familia, que tan bien representa el personaje su mujer y, de forma distinta (con las consecuencias de una infancia sin padre), el de su hija en proceso de desintoxicación.

En este paseo por la fama, también se golpean otras puertas y neuras, como la de los críticos, caracterizados como autoritarios y déspotas; o la del espectador caprichoso y superficial, tan bien implicados en esa marea confusa de las redes sociales y la viralidad. Con esta descripción, es previsible que el sentido humor sea paródico y crudo, también en la explicitación de esa intimidad rota, despedazada por la procacidad y el cinismo.

Realmente, en Birdman se abordan muchas cuestiones; se evocan indirectamente algunos mitos (como el de Ícaro) y se emplean otros referentes (como la obra de Raymond Carver). Sin embargo, sobre todos ellos revolotea un trasfondo amargo y triste, una insatisfacción como la del pájaro que se queda pegado a la tierra sin trascender lo que le es propio.

Firma: Lourdes Domingo