Caníbal

Quinto largometraje de ficción de Manuel Martín Cuenca, autor de una filmografía (La flaqueza del bolchevique, La mitad de Óscar) que ha hecho de los temas delicados y considerados tabú una de sus señas de identidad. En esta ocasión, y junto a su guionista habitual Alejandro Hernández,  Martín Cuenca encuentra en un texto del cubano Humberto Arenal la inspiración para un film recientemente preseleccionado por la Academia de Cine para representar a España en los Oscar.

Con Caníbal, el director almeriense se adentra de manera aterradoramente cotidiana en la vida de un antropófago, a través de un relato silencioso, lento, contenido y escrupuloso convertido en metáfora de la naturalidad con la que el mal se adueña del mundo. Lejos de su intención está el convertir a ésta en una película de género, sino más bien en una humanización del monstruo que vive en sus carnes una lucha de contrarios con la aparición de la única fuerza redentora posible: el amor.

El planteamiento y su exposición son interesantes, pese a la falta de concreción y desarrollo de algunos de sus elementos y conclusiones. Tema aparte es la comodidad con la que el espectador sea capaz de afrontar su punto de partida, no tanto por el modo de hacer delicado y elegante de Martín Cuenca que, desnudos de víctimas aparte, huye en lo posible de lo morboso y explícito, sino por la propia gravedad del tema tratado y su naturaleza, inevitablemente desagradable.  

Técnicamente, la película es impecable y muy visual, capaz de transmitir con la imagen más que con el diálogo y de dominar en todo momento los espacios en los que transcurre la acción (desde los interiores de Granada a los exteriores de Sierra Nevada). Caníbal sostiene la tensión durante dos horas sin necesidad de artificios ni modulaciones, generando una atmósfera inquietante sin abandonar nunca lo ordinario. Ayudan, y mucho, los actores, especialmente un Antonio de la Torre frío e imperturbable en su tarea de dar vida a un hombre abocado, casi de forma maquinal, a los rincones más oscuros del alma humana.

Firma: Juan Xipell