Conversaciones con mamá

Tras tres años de trabajo, Santiago Carlos Oves (Sol de Otoño) nos presenta una historia entrañable: la relación difícil pero a la vez cordial entre una madre y un hijo. Esta historia cotidiana cuenta solamente con tres actores principales; sin embargo, las conversaciones, profundas y creíbles, además de humorísticas en algunas ocasiones, llenan con maestría los 90 minutos de duración (algo difícil si tenemos en cuenta la falta de acción).

La puesta en escena es sobria, con dos únicos decorados, lo que ayuda a ambientar a los personajes en una clase media, pero también a centrar la importancia y la atención en los diálogos, que están muy bien conseguidos. El personaje genuino de Jaime (como califica el director) realiza una progresiva y bonita evolución a partir de un detonante: una crisis existencial por la que puede pasar cualquier ser humano. Éste es el atractivo de Conversaciones con mamá: que narra una historia humana, que puede enmarcarse en cualquier sociedad. El trabajo, el estudio, las relaciones familiares, los ideales, los sueños… todos estos aspectos son tratados en la película, aunque no tan profundamente como la relación entre un hijo y una madre, o entre un adulto y una anciana, de la que tanto podemos aprender. Santiago Carlos Oves resalta cómo con un poco de paciencia ante la falta de memoria, el despiste o la insistencia de las personas mayores, es posible aprender a conocerse uno mismo, a partir de sus recuerdos y de su visión particular de la vida, que resulta de una larga experiencia. Eduardo Blanco (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia) comprende que esta película huye de los héroes, como tantas otras que también ha interpretado. Más bien se trata, en palabras del actor, de “una historia de aprendizaje de vida, de emociones”.

El film ha recibido el calificativo de película antihéroes por su búsqueda de personajes humanos, cercanos, que luchan por sacar adelante su vida, intentando que todo cobre sentido. Quizá, justamente, estos sean los verdaderos héroes, como reivindica la coproductora Luisa Matienzo. Con gran justicia, la película ha sido galardonada con ocho premios internacionales, de entre los cuales destaca el premio a la mejor película latinoamericana en el Festival Internacional de Cine de Montreal 2004.

Firma: Redacción