Corazones de acero

El director David Ayer, nacido en EE.UU. y autor así mismo del guión de esta cinta, ya fue en su juventud submarinista en la Marina de su propio país, hecho que le confiere un personal criterio en películas de esta especialidad. De entre su filmografía hay que destacar Sin tregua y Vidas al límite.

Esta nueva cinta nos sitúa en la gran conflagración mundial, ciñendo preferentemente la acción en un “Sherman”, uno de los tanques norteamericanos que tanto contribuyeron a la resolución final de una contienda, absolutamente descarnada, que sembró de víctimas la mayor parte de Europa.

Corazones de acero es una larga película de guerra, y como tal hay que analizarla. Quizás su metraje podría parecer un factor negativo, pero no lo es. La constante tensión que se produce en el mínimo espacio que deja entrever el famoso vehículo bélico y el extracto de las vidas interiores de cada uno de los miembros del equipo acaparan el interés desde el primer fotograma.

Brad Pitt, dando vida al sargento Wardaddy, asume el rol protagonista con inusitado carácter y definición, contagiando fuerza y relieve a cada uno de los componentes de su equipo. Todos, siendo distintos en sus conceptos vitales, actúan a la una bajo el mando de su experto superior y con la fuerza y definición de fraternal equipo. Destacable la gran calidad de la cámara y muy acertado el fondo musical de la película al mando de dos expertos, como son Roman Vasyanov y Steven Price respectivamente.

En definitiva, Corazones de acero no es una simple película de guerra. La brillantez de la acción y la definición de cada uno de los personajes, con sus ilusiones, sus miedos, e incluso con sus creencias, le confieren un puesto de privilegio en este controvertido mundo cinematográfico bélico.

Con todo, una sugerencia: “Ojalá desaparecieran definitivamente de la faz de la tierra los tristes acontecimientos que motivan este tipo de cine”. Aunque, según parece, el tema da para más…

Firma: Joaquín Guitart