Blackwood

El internado Blackwood, con su estética de mansión de terror victoriana y sus alumnas cargadas de piercings y armadas con móviles, ofrece un curioso y acertado escenario para una película de terror para adolescentes y apta para adultos no demasiado exigentes.

La dirige el realizador español Rodrigo Cortés, experimentado ya en el género, a partir de una novela de Lois Duncan. En varios libros de esta veterana escritora norteamericana, fallecida hace dos años, se basó la saga de Sé lo que hicisteis el último verano, por lo que la trama de Blackwood viene suficientemente avalada para ser un producto de garantía de este tipo de cine.

Cortés hace un excelente trabajo orquestando a los diferentes profesionales que intervienen. La fotografía y la luz, el montaje (del que se encarga el propio director), los efectos especiales y el atrezzo y vestuario están cuidados y al servicio de una historia que sobrevive a su primera mitad gracias a ellos.

También tiene especial relevancia la música, tanto la extradiegética (muy acertado el uso de las palmas) -compuesta por Víctor Reyes, colaborador habitual de Rodrigo Cortés– como la interpretada por Kit. Toda la banda sonora es, en gran parte, responsable del impacto de la historia.

A la historia le cuesta más salir adelante y lo hace, como comentaba, impulsada por el espectacular aparato técnico. La intriga se dosifica demasiado; aunque la resolución final compensa la espera, además de estar adornada por una defensa de las artes que, truculencias aparte, es grato ver de vez en cuando en las pantallas.

Firma: Esther Rodríguez