La revolución silenciosa

Aunque el cine histórico es un género habitual, incluso a pares (recordemos las dos recientes películas sobre Churchill), de vez en cuando nos sorprende dejando que sean los hombres de a pie, con sus pequeñas historias reales, los que nos ayuden a comprender los grandes sucesos del pasado.

En este caso, nos situamos en 1956 en una ciudad de la Alemania Oriental. El guion, basado en un relato escrito por uno de los protagonistas del hecho, se centra en un acontecimiento aparentemente nimio pero que no solo tendrá graves consecuencias para sus artífices, sino que resulta esclarecedor y útil para asimilar cómo se vivía bajo una dictadura comunista disfrazada de república democrática.

El hecho de que sus protagonistas sean un grupo de adolescentes hace que el espectador (de cualquier edad) se implique más en el film y participe con mayor interés en el desarrollo del relato.

Aun así la película es ardua. La corrección y el rigor con el que se plantea la acción encorseta de algún modo el ritmo de la narración, aunque también contribuye a aumentar la tensión del público y aumenta a su vez la convicción y la verosimilitud.

La revolución silenciosa es el resultado, como debe ser, de un magnífico trabajo en equipo. A la fuerza del argumento se le añaden una ambientación muy cuidada, un vestuario excelente y una interpretación de todos los actores (jóvenes y veteranos) que impide quedarse al margen del drama real que se representa.

Nunca viene mal, además, que las pantallas de cine nos hablen, sin maniqueísmos ni sentimentalismos fugaces, de la capacidad de compromiso que tienen los jóvenes de cualquier época y lugar, y de cómo el verdadero compañerismo y la lealtad a unos principios pueden ser defendidos incluso por adolescentes a los que en un principio podríamos juzgar de frívolos o egoístas.

Firma: Esther Rodríguez