Lou Andreas-Salomé

Para la mayoría de la sociedad, Lou Andreas-Salomé es una auténtica desconocida. Tras una rápida incursión en internet, descubrimos una personalidad tan fascinante como, efectivamente, desconocida. Una mujer adelantada a su tiempo, pionera en los estudios de psicoanálisis, compañera y colega de filósofos y poetas y determinada a mantener su libertad a pesar de las convenciones sociales que, a su juicio, sometían a la mujer en los años que rodearon el cambio del siglo XIX al siglo XX. Con esta premisa, la película que lleva su nombre se podría esperar como una revelación que, lamentablemente, decepciona desde el primer momento.

El arranque con el grito de una adolescente y las soflamas de Hitler a la quema de libros prohibidos impacta y predispone, pero se estanca inmediatamente en el gastado recurso de la anciana que rememora su vida para plasmarla en sus memorias por medio de desordenados flash-backs. Este planteamiento, que siendo poco original suele resultar al menos efectivo, se convierte, en manos de la directora y guionista Cordula Kablitz-Post, en un galimatías confuso y superficial.

La trama se basa en una sucesión de breves y atolondrados sketchs con distintas anécdotas de la vida de la protagonista a modo de, suponemos, collage que vaya dando forma a su carácter, pensamiento y originalidad. Sin embargo, es prácticamente imposible vislumbrar en ellos profundidad, coherencia y compromiso. Su negativa a las relaciones sexuales acaba resultando más estrafalaria que esencial, su colaboración con el movimiento feminista hay que buscarla en algún comentario aislado y sus escritos no se citan ni la mitad de lo que se hace con los poemas de Rilke.

Tampoco estos coprotagonistas mejoran el tono de esta producción. No quiero decir que un film sobre eruditos e intelectuales decimonónicos deba ser aburrido y sesudo, pero la galería de personajes que rodean a Andreas-Salomé no compone, en esta obra, un círculo de pensadores rompedores o revolucionarios sino un grupo de inadaptados y desequilibrados seducidos por la escritora, que pululan a su alrededor como satélites en torno a una invisible revuelta cultural.

El preciosismo de las postales que dan inicio al cambio de escenario o la humanidad de algún personaje algo menos caricaturizado (como podrían ser Pfeiffer o Freud) no hacen sino ahondar en las carencias de esta película.

Al final, su única virtud, que tampoco está mal, es la de suscitar en el espectador un sincero interés de conocer más, mejor y en serio a Lou Andreas-Salomé.

Firma: Esther Rodríguez