Sicario: el día de soldado

Taylor Sheridan da continuidad al relato fronterizo que inauguró en 2015 con Denis Villeneuve. Después del segundo éxito que logró con Comanchería y de la mala suerte que acompañó su Wind river, mantiene el tipo en esta segunda parte de Sicario.

Esta vez, le acompaña como director Stefano Sollima, que ya ha apuntado en su carrera dramas de corrupción y violencia: Suburra. Lo que empieza a parecer una saga, de momento, aguanta el tirón y ofrece una historia completa y capaz de señalar nuevos asuntos (el vínculo entre cárteles, piratas marinos y el ISIS, que se deja perder en seguida) y redondear los antiguos (esos callejones morales sin salida que provocan, no pocas veces, nuevos problemas en lugar de simplificar los existentes).

Por otro lado, este Sicario 2 quizá se presenta con menos violencia y –a falta de un personaje más naif como el protagonizado en la primera entrega por Emily Blunt– con una voluntad de humanizar y dar más capas a los roles de unos siempre sólidos y creíbles Benicio del Toro y Josh Brolin.

Aunque la película arranca con una construcción compleja del conflicto (en diferentes países y con diferentes grupos delictivos y políticos), después la cosa se transforma en un relato más simple, con acción y drama en busca de cierto equilibrio. Esta vez, la dirección de Sollima no emplea recursos de sesgo más simbólico (como los profusos planos cenitales de Villeneuve) pero trabaja la fotografía para teñir de más emociones ciertos momentos.

Por otra parte, siguen resonando, con bastante omnipresencia, los graves compases del lamentablemente fallecido y genial compositor Jóhann Jóhannsson (Prisoners, Sicario, La teoría del todo, La llegada…), substituido en su tarea por su amiga Hildur Guðnadóttir.

Firma: Lourdes Domingo