Dead man down (La venganza del hombre muerto)

El danés Niels Arden Oplev aterriza en Hollywood, casi inevitablemente, tras haber adquirido renombre internacional de la mano de la saga sueca Millennium, de la que dirigió su primera entrega (Los hombres que no amaban a las mujeres) y algunos capítulos de la producción para televisión. Pese a debutar en la meca del cine, Dead man down no supone la primera experiencia americana de un Oplev que ya ha dirigido diversos episodios de la serie Imborrable, y que aquí se reencuentra con la protagonista de las adaptaciones escandinavas de los best sellers de Stieg Larsson, la cada vez más asentada internacionalmente Noomi Rapace (Sherlock Holmes: juego de sombras, Prometheus).

Oplev parece haber asimilado con facilidad las exigencias del mercado estadounidense, y plantea un thriller común que lleva con suficiente ritmo y tensión, pero al que le sobra ambición dramática. La venganza se erige como tema central de un film al que el cineasta nórdico aporta cierto carácter sombrío, y en el que traza un halo de desesperanza y vacío que invade y mueve a sus protagonistas. Este discurso, sin embargo, acaba teniendo más de pretexto estético y formal que de disertación mínimamente trabajada, más aún si se tiene en cuenta el devenir de la película (que acaba relegada al terreno del entretenimiento simple) y ese ambiguo final en el que la mezcla de corrección política y de apoteósica explosión de violencia eliminan definitivamente cualquier atisbo de seriedad y profundidad.

Dicho esto, a La venganza del hombre muerto no le queda mucho más que ganarse a sus espectadores con las típicas dosis de acción y tiros, algunos giros de guión y encajes de piezas sin mucha historia, y un puñado de poses de gangster callejero de sus protagonistas, entre los que se encuentra un Colin Farrell algo encasillado y un Terrence Howard que acaba tragando con el papel de mafioso que tiene que demostrar que lo es en cada aparición. Probablemente esto complazca a un sector del público aunque, vistas con un poco de perspectiva, todas esas dosis de tiros y acción, todos esos giros y encajes de piezas, y todas esas poses de gangster callejero no dejan de ser una repetición de fórmulas y estereotipos que pueden verse casi cada semana en el cine bajo un título distinto.

Firma: Juan Xipell