El apóstata

Con un asunto de tal calado, y del que se podría sacar un interesante guión y personajes, los cuatro guionistas no consiguen encajar las diversas piezas narrativas que manejan con poco acierto.

El humor y el drama no sólo no se conjugan sino que tampoco funcionan por separado. Con el realismo y lo onírico sucede lo mismo. Hay problemas en la fotografía y, muy especialmente, hay problemas con el personaje principal y su interpretación. Ni la voz en off logra que el espectador empatice mínimamente, en parte por culpa de frases filosóficas de brocha gorda y explicaciones evidentes de traumas y deseos que podrían mostrarse a través de la imagen.

Sin embargo, a pesar de todos estos fallos dramáticos, la carencia más evidente está en la misma apostasía. “Peluca” quiere renegar de una fe que, en realidad, no es la católica. Hay disfraz: la iglesia, el obispo, un monaguillo… Pero aparecen fenómenos, como el voto de silencio de un niño de 10 años o los aterradores mensajes que recibió en su infancia, entre otras perlas, que no se parecen en nada a la realidad.

Fallos a parte, su pecado, básicamente, es el aburrimiento que provoca en el espectador.

Firma: Lourdes Domingo