El veterano director ruso Andrei Konchalovski ha pasado por múltiples y variadas etapas en su vida cinematográfica. Ahora, a sus 77 años, vuelve a Rusia, a la Rusia profunda podríamos decir, y se detiene a filmar sus paisajes y sus gentes con una calma y una sutileza muy alejadas de sus producciones hollywoodienses, algunas tan macarras como Tango y Cash.
A medio camino entre el drama costumbrista y el documental, Konchalovsky utiliza como actores a los propios habitantes de la zona y sabe sacar de ellos una naturalidad sorprendente y expresiva. Ha elegido muy bien, además, los personajes, los tipos humanos que quería que apareciesen en su relato, de manera que éste se enriquece con las descripciones de ancianos solitarios ahogados en vodka, jóvenes agresivas, clanes familiares de dudosa honradez, militares corruptos o niños entusiastas.
El propio lago Kenozero funciona como un personaje más. En la tradición del cine ruso, entre el veterano Tarkovski y su émulo Zvyagintsev, Konchalovski filma sus paisajes con una fotografía limpia y muy cuidada y una planificación eficaz dejando que sea el propio lago y sus recodos los que actúen a modo de intertítulos, de fundido o de punto de inflexión.
A diferencia, en cambio, de la citada tradición rusa, a esta película le falta algo de profundidad. Parece como si las mismas panorámicas que utiliza para el lago, las utilizara con las personas que pueblan sus riberas. Cierto es que, a pesar de ello, la mencionada naturalidad de sus actores, aficionados pero reales, termina abriéndose paso entre la frialdad del realizador y llegan a intimar, en cierta medida, con un espectador entregado.
Desconcierta también la utilización de cámaras de visión nocturna colocadas en un ángulo del techo de la habitación para filmar las desveladas noches “blancas” del cartero. La apariencia de estas escenas, con esa estética de reality-show, quizá fuese un mal necesario para captar el momento, pero rompe el tono elegante y nítido del resto del film.
A pesar de ello El cartero de las noches blancas es, sin duda, el interesante retrato de una sociedad que cambia lentamente. De unos pueblos y unas gentes con costumbres y modos de vida anclados casi en la Edad Media, que contemplan, con más resignación que asombro, la deriva de la población hacia las cercanas zonas donde se encuentran los centros comerciales, las televisiones planas y las conexiones a internet.
Firma: Esther Rodríguez
Director: Andrey Konchalovsky
Guionistas: Andrey Konchalovsky, Elena Kiseleva
Intérpretes: Aleksey Tryapitsyn, Irina Ermolova, Lyubov Skorina, Tatyana Silich, Timur Bondarenko, Valentina Ananina
Género: Drama
País: Rusia
Fecha estreno: 14/08/2015
Lenguaje: Coloquial
En las aldeas que rodean el Lago Kenozero, al norte de Rusia, la vida discurre con la calma y la sencillez de todos los siglos anteriores. Sin embargo, cada vez están más despobladas y sus gentes envejecen viendo cómo se van quedando solos viviendo con lo más básico.
Todos ellos están interconectados gracias a Aleksey, un cartero que con su lancha a motor surca las aguas del lago llevando correo, el dinero de las pensiones, medicamentos o simplemente un poco de compañía para los que están solos. Y de paso, intenta cortejar a Irina, una antigua compañera de la escuela que ahora ha vuelto como representante del ejército en la zona.
Título original: Belye nochi pochtalona Alekseya Tryapitsyna (The postman's white nights)
País: Rusia
Duración: 100'
Fecha producción: 2014
Distribuidora: Film Buró
Color: Color