El desafío (The walk)

El día siete de agosto de 1974 a las siete de la mañana, Philippe Petit, de 24 años de edad, cruzó de azotea a azotea las Torres Gemelas de Nueva York. En 2007 escribió el libro Alcanzar las nubes, en el que explicaba su hazaña y, un año después, el documental Man on Wire ganaba en el Festival de Sundance y el Oscar al mejor documental.

Robert Zemeckis (Polar Express, Forrest Gump) dijo que quería poner a la audiencia sobre esas torres con The walk y realmente lo consigue, diría que incluso con cierto regodeo. Pero lo que al principio parece una americanada resulta ser de verdad, tanto que el espectador experimenta directamente el vértigo.

Joseph Gordon-Levitt (El caballero oscuro) es Petit y la canadiense Charlotte Le Bon y Clement Sibony -ambos vistos en Un vaje de 10 metros– junto con Ben Kingsley le acompañan en la aventura. El mismo protagonista de la locura entrenó al actor que le representa en la pantalla.

Después de actuar en edificios emblemáticos como la catedral de Notre Dame de París y tras seis años de preparación para, a más de 400 metros de altura, recorrer los 42 metros entre las torres, Petit no se conformó con cruzarlos, sino que se estuvo 45 minutos ahí arriba. Llegó a hacerlo ocho veces, así, cómo no, le dio tiempo a sentarse, tumbarse y arrodillarse sobre el cable, poniendo a prueba la integridad del espectador durante la secuencia del film. A esto se suma el dato que lo realizó sin protección ni seguridad de ningún tipo.

Lo mejor de El desafío es el uso de la técnica, muy realista, clave para recrear y homenajear los imponentes edificios y la salvaje e increíble sensación de altura. Estamos toda la película esperando verlo subido al World Trade Center y cuando por fin llega el momento el 3D se explota al límite.

Quizás la manera de contar la historia es lo más reprochable, pues el personaje de Petit acaba siendo caricaturesco, al menos en pantalla. En general, cuesta meterse en la película, debido a la adosada voz en off del protagonista, que va apareciendo mientras narra la acción, lo que supone una forma de cortar la tensión y el avance del film.

De este modo, el desarrollo es lento y la historia mecánica; todo para caracterizar y justificar esforzadamente al personaje subrayando constantemente su condición de artista francés obsesionado con el golpe americano. Esto, aunque necesario, está ideado –opino que sin efecto– para venderlo al público, que no acude a la sala a ver un documental.

Firma: Begoña Arribas