El ejercicio del poder

Con dos años de retraso y sin mucha propaganda llega esta producción francesa, que en su día compitió por los premios de su país con algunos de los títulos galos de mayor éxito de los últimos tiempos, como The artist o Intocable. Pierre Schöller dirige su tercer largometraje planteando una implacable intriga política construida con cotidianeidad y realismo en torno a una trama, compleja y algo difícil de seguir, que entreteje algunos de los temas clásicos de este tipo de relatos.

Schöller propone una radiografía de las altas esferas políticas que ofrece una lectura universal de las claves, dinámicas y consecuencias del poder, aunque la facilidad con la que afloran posibles paralelismos con contextos actuales (siempre sin referencias explícitas) es, cuanto menos, inquietante. La película, sin embargo, no se adentra en el discurso reivindicativo y cede al espectador la responsabilidad de sacar conclusiones en este sentido, pese a que no se puede negar que en este torbellino de traiciones de pasillo, luchas internas y enfrentamientos que es El ejercicio del poder existe cierta tendencia a exagerar o evidenciar sin demasiada virtud algunas de las sombras del mundo político y de los personajes que lo constituyen.

Con un ritmo trepidante, la película no se detiene, más que en momentos puntuales, a caracterizar dramáticamente a sus protagonistas (todos ellos muy bien interpretados), sino que los empuja sin miramientos a actuar políticamente. Quizás, por ello, el resultado final del film (que comienza con una escabrosa, gratuita y, en su significado, simplista escena erótica) acabe convenciendo (y recompensando verdaderamente) poco más que al espectador que sienta auténtica pasión por los entresijos gubernamentales.

Firma: Juan Xipell