El enigma del cuervo

A partir de una conversación casual en 1999 sobre escritores fallecidos en extrañas circunstancias, el hasta entonces actor Ben Livingstone se puso a concebir un guión sobre Edgar Allan Poe. Para paliar su inexperiencia sumó al proyecto a Hanna, una guionista más labrada en series televisivas y algún que otro proyecto en cine de menor distribución. Su concepto de partida es sugerente: mezclar algunos datos biográficos verídicos, junto a mucha ficción e inspiración en la propia literatura de Poe, en un entorno de thriller clásico y ambientación decimonónica de tinte gótico comedido.

Las historias que mezclan vida y obra de autores, realidad y ficción con fronteras difusas han dado títulos muy diversos, pero con frecuencia interesantes desde contextos dispares: el propio John Cusack, ha interpretado a sendos escritores ficticios en la comedia alleniana Balas sobre Broadway y en la terrorífica 1408; más producciones de este género, con protagonistas enloquecidos por las letras, son La ventana secreta, La huella y la clásica El resplandor. También otros literatos han tenido su película, en la que se jugaba a mezclar su mundo imaginario de papel en el de celuloide: Descubriendo Nunca Jamás o El secreto de los Hermanos Grimm son dos buenos ejemplos.

El halo de misterio de la vida del escritor nacido en Boston y el de su obra poética y prosa corta han influido en muchos autores y, de manera evidente, en el cine de terror. Roger Corman fue su más firme y prolífico adaptador, pero Jean Epstein, en los inicios del cinematógrafo (1928) e incluso Fellini bastantes años después (1968) se han atrevido con sus crueles narraciones, siempre al borde de la locura.

En este caso, para poner caras, fachada y cierta personalidad visual, se escogió a un asiduo colaborador de los hermanos Wachowski, James McTeigue, que también ha dirigido V de Vendetta y Ninja Assassin. McTeigue aprovecha muy bien las adoquinadas calles de Budapest y algunas zonas de Serbia para imprimir, junto a los interiores, una ambientación que va a una con la historia. Predominan la oscuridad y el tenebrismo controlados, sin caer en manierismos porque se busca la verosimilitud en una historia de género; un thriller muy cuidado en lo formal pero no apegado a las formas.

El principal objetivo es entretener con las clásicas estrategias de ratón y gato y pesquisas forenses, ya vistas en cine y televisión pero bien adaptadas a la trama, y con una intriga romántica que está en el esqueleto del guión sin resultar trillada. En este sentido, la inteligente caracterización de Emily, que consigue estar a la altura intelectual de Poe y comprende su arte y pasión, la convierte en un rol lejano a la damisela en apuros tan frecuente en otros títulos del pasado y, todavía, unos cuantos del presente.

El enigma del cuervo mantiene la agudeza en el guión de principio a fin, y eso también hace que suba el nivel de la película. El ingenio viperino que destila la pluma y la lengua del escritor y protagonista aporta una cuota de humor sarcástico y sutil, que garantiza una mejor lectura de las alusiones metaliterarias que van sembrándose en la investigación y en las relaciones entre personajes (incluida la “divertida alusión” a los críticos). Sin embargo, no hay que obviar un tratamiento algo explícito de los cuerpos del delito, que deja sobre aviso a espectadores más sensibles a la sangre y los cortes.

A pesar de las licencias que se toma con la historia, McTeigue y su equipo han conseguido un film interesante, donde se hace un sentido homenaje al legado de Edgar Allan Poe, y por ende al de todo escritor que ha pasado por penurias en pro de su arte. Además, logran sacar de John Cusack una nueva interpretación brillante y cercana, en lo que le siguen tanto Luke Evans como Alice Eve y los más veteranos como Brendan Gleeson o secundarios de la talla de Brandan Coyle.

Firma: Lourdes Domingo