El ladrón de palabras

Ópera prima de Brian Klugman y Lee Sternthal tanto en la dirección como prácticamente en el guión (ambos participaron en el argumento de Tron: legacy). Su relato, literalmente en tres niveles, se presenta como una reflexión sobre la sincera inspiración literaria, el talento innato y los vínculos entre vida y ficción, y entre el autor y su obra. Este tema, abordado por la literatura y también por el cine más metalingüísticos del siglo XX, se presenta aquí rebozado de azúcar al estilo, eso sí más comedido, de Nicholas Sparks.

En su conjunto, El ladrón de palabras es ambicioso (se extiende en el espacio y el tiempo, no siempre físicos), y se resquebraja en la caracterización dramática de los personajes, demasiado encorsetados en paralelismos y analogías intelectuales y narrativas. Klugman y Sternthal quieren demostrar que saben jugar a las muñecas rusas y que dominan lugares comunes de la historia de la literatura, como el manuscrito encontrado o la usurpación del ingenio.

Con todo, el ya citado recurso al melodrama de época, y de paso contemporáneo, así como el afamado casting, hará que esta película se gane a no pocos espectadores. No son despreciables ciertas ideas sobre la frustración artística, el temor al fracaso y a decepcionar a los seres queridos, así como la importancia de los ecos de la conciencia. Pero el conjunto no es sólido, y sí que es poco valiente en algunas de sus conclusiones, sin duda sostenidas por un desenlace agrietado.

Firma: Lourdes Domingo