El lobo detrás de la puerta

El cineasta brasileño Fernando Coimbra debuta en el largometraje tras una notable carrera en el terreno de los cortos, donde, desde sus inicios en 1995, ha recibido diversos premios y reconocimientos en diferentes certámenes. El positivo recorrido de sus primeras obras en el mundo de los festivales se ha mantenido con El lobo detrás de la puerta y, por ejemplo, en la pasada edición de San Sebastián recogió el galardón Horizontes latinos.

Coimbra parte de la recurrente premisa de un secuestro infantil, inspirándose en diversos casos reales ocurridos en su país natal. Comparable y comparada con otros títulos del género (Adiós pequeña, adiós o la reciente Prisioneros), El lobo detrás de la puerta presenta, sin embargo, una clara voluntad de relegar la trama policial a un papel muy secundario, para centrarse completamente en el estudio dramático y psicológico de los personajes. De esta manera, las declaraciones e interrogatorios sirven exclusivamente para introducir, en grandes flashbacks, la historia y motivaciones que rodean el hecho desencadenante del film.

Con ello, el autor brasileño construye un relato de obsesiones, engaños y decepciones, sobrio y muy duro en su fondo, e inteligente en sus formas y en sus recursos de cámara, con largos planos que, gracias a un excelente trabajo de los actores, aportan realismo e inteligencia tanto a los tiempos del film como al desarrollo de la dimensión introspectiva de sus protagonistas.  

Gracias a este trabajo, El lobo detrás de la puerta funciona como dibujo de causas y motivaciones, si bien es cierto que, sobre todo en su primera mitad, Coimbra se muestra algo reiterativo y poco sutil en la narración de los encuentros sentimentales y sexuales de Bernardo y su amante Sylvia. Esto, y la ya citada dureza de la película, hacen de la misma una propuesta para un público adulto, no apta para todos los ánimos y sensibilidades.

Firma: Juan Xipell