El pastel de boda

Basada en el best seller de Blandine Le Callet Une pièce Montèe, Soubyerand, co-guionista de Toda la culpa es de mi madre, repite en una película coral-familiar donde los conflictos parecen una enfermedad contagiosa.

Muy al estilo francés, donde el peso emocional y moral oscila entre el amor y el odio a esta institución social, El pastel de boda no ofrece nada nuevo bajo el sol de la campiña gala. El director, dedicado durante años a la televisión tras un fracaso de público en 1988 con su film Jay, ofrece un evento condimentado con acidez en el humor y amargura en el dolor, cierta ternura en un disfraz de amoralidad y nuevos convencionalismos para romper con los antiguos.

Algunas críticas y parodias son acertadas en su descripción de la hipocresía que reina en torno a la ceremonia social y religiosa cuando se vacía de su contenido. Pero el guión se queda en la explosión de la problemática. Ni sus personajes ni su desarrollo saben dotar a la historia de algo con lo que quedarse, además de cierto desencanto.

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