El pincel mágico

Para bien o para mal, lo más característico de El pincel mágico es que es desconcertante.

Zhixing Zhong adapta a la pantalla un cuento tradicional chino que o es de una simpleza absoluta o está tan sutilmente cargado de significado que los occidentales no tenemos por dónde cogerlo.

En un primer visionado, lo único que se advierte es una alocada sucesión de persecuciones, ataques, carreras, saltos Matrix y balanceos Tigre y dragón, con el objetivo, eso sí que es de agradecer, de que ganen los buenos y los avariciosos se queden sin ganas. Y como, lo confieso, no ha habido un segundo visionado, aún martillea en mi cerebro la confusión que genera el desbocado guion.

Tampoco ayuda la estética del dibujo. La combinación de personajes más o menos naturalistas, con otros desproporcionados o difícilmente clasificables puede responder a una imaginación desbordante pero aumenta la confusión, le quita a la película toda verosimilitud e incluso provoca cierto rechazo con las punzantes y dispersas barbas de algunos personajes.

Este cuento ya tuvo una adaptación al cine en 1954 que tan solo duraba 20 minutos. Quizá la historia no daba para más y añadirle una hora no la ha dotado de mayor profundidad o contenido, solo la ha convertido en un colorido tiovivo.

Es innegable que es entretenida y que la animación es original, por lo que al puede ser un buen producto para el público más infantil que disfrute con el color y el movimiento y obvie todo lo demás.

Firma: Esther Rodríguez