El Señor Henri comparte piso

A prioiri El Señor Henri comparte piso parece una nueva “comedia francesa del año”, de esas que aparecen regularmente cada quince días. Historias amables, algo pícaras y con cierto contenido social.

La joven estudiante que quiere abrirse camino en París junto a un anciano solitario y gruñón con muchas heridas por cerrar ofrecía suficientes posibilidades al respecto, tanto para provocar la risa, como para mover a la compasión o invitar a la reflexión.

Los sucesos del relato, sin embargo, van dejando entrever una problemática subyacente más dura de lo esperado. Revelan unas causas que, no por cotidianas, dejan de ser menos lacerantes. Las difíciles relaciones entre padres e hijos, los mecanismos de escape por medio del sexo o el alcohol, la frustración provocada por la propia debilidad o la ausencia de cariño y confianza se abren paso entre las siempre luminosas calles de París o la hipnotizante y cálida sonrisa de Constance.

El Ivan Calbérac guionista quizá no haya medido todos los elementos que quería combinar en esta historia, pero el Calbérac director realiza un trabajo impecable. Dosifica el ritmo, aprovecha la fotografía, se apoya en la maestría de todos los actores (incluida la novel Noémie Schmidt) y gestiona la banda sonora poniéndola enteramente a su favor.

De este modo, el desconcierto provocado por no ser una comedia al uso se transforma en un bello e interesante relato sobre lo grande, dolorosa y feliz que puede ser la vida, normal y cotidiana, de tantos de nosotros.

Firma: Esther Rodríguez