El sueño de Ellis

El precoz James Gray, que debutó con Little Odessa (León de Plata en Venecia 1994) a los 25 años, se afianza en su actor fetiche (Joaquin Phoenix) y recupera a Marion Cotillard tras el remake Blood ties (dirigido por Guillaume Canet). Con ambos como grandes protagonistas y portadores de personajes complejos, Gray ha querido hacer un homenaje a la inmigración post primera Guerra Mundial, de la que su familia participó viajando desde Rusia en los años 20.

Con cierta inspiración para los temas más profundos del guión en la ópera de Puccini Suor Angelica, el film recupera otros trazos de realidad con la escena del tenor Caruso cantando ante los inmigrantes confinados en la isla o con el mismo personaje de Orlando el mago, una especie de Ted Annemann. En todo ello, y en la aplicada ambientación, se ve una voluntad de estar cerca del contexto histórico y social, para luego llevar el guión por los derroteros del melodrama.

Este director neoyorquino, y amigo de los dramas con regusto a redención, también afirma trabajar bajo la “impresión” de los grandes de la desnudez como Bresson o Dreyer. Sin embargo, su estilo se mantiene más dentro de los cánones de puesta en escena clásica con cierto tono operístico, manifiesto por varios de los aspectos comentados y por una música de subrayado fácil en todo lo que tiene de incidental.

En su segundo trabajo con Ric Melello (Two lovers), Gray maneja con mucha elegancia el fuera de campo de las situaciones más comprometidas de la protagonista (a excepción de los burdelescos números de vodevil), mientras teje unas tramas en las que el sentido de culpa (dentro de la teología del perdón católico) y el destino trágico navegan por las mismas aguas.

A pesar de que compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2013, El sueño de Ellis no se llevó nada, quizá porque su ambición acaba siendo, en realidad, de corto alcance en lo cinematográfico; quizá porque el jurado prefirió otras curiosas composiciones de las relaciones humanas.

Con todo, en este film reside una historia humana con bastante poso, seguramente no perfecta en su ejecución, pero casi casi en su interpretación. Los tres protagonistas esclavizan la mirada del espectador, en especial Marion Cotillard que sigue demostrando, papel a papel, que la poca espectacularidad de su físico esconde mucho talento.

Firma: Lourdes Domingo