Escobar: paraíso perdido

El actor Andrea Di Stefano estrena su primera película, cuyo estreno aquí coincide con la publicación del libro del propio hijo de Escobar, Pablo Escobar: mi padre. Mientras Juan Pablo expone básicamente la historia personal-familiar con las implicaciones en la política nacional e internacional, Di Stefano escoge a un joven canadiense como mirada neófita para acompañar al espectador durante la película.

De este modo, no cabe esperar un biopic al uso, con el jefe del cártel de Medellín como figura central, sino más bien un thriller en el que, al mismo tiempo, se va describiendo la penosa, corrupta y terrorífica situación que provocó la carrera criminal-política de Escobar. Aunque Josh Hutcherson (como el joven Nick sobre el que cae el peso de dibujar la sorpresa y el temor ante lo que sucede) mejora lo que ha hecho hasta ahora en la gran pantalla, cada vez que Benicio del Toro aparece en pantalla se devora el protagonismo y desata la pregunta de si el planteamiento de Di Stefano es satisfactorio.

Rodados en Panamá, los escenarios no presentan problemas para el realismo, pero sí que es cierto que el actor y ahora director italiano tiene algunos problemas en el guión para expresar con claridad los lapsos de tiempo o ser demasiado explícito en subrayar los contrastes de temperamento.

Con sus debilidades, la película no deja de ser una ocasión interesante para acercarnos a un reciente personaje de la historia colombiana y, por sus hilos amagados y consecuencias, de toda Latinoamérica, que ofrecía esa cara ocupa del terror: supuestamente amigo de los pobres y hombre amante de su familia, era un cruel criminal que con sus acciones acabó haciendo más pobres a los pobres y más desestructurado su tejido social e institucional.

Firma: Lourdes Domingo