Frente al mar

Angelina Jolie dirige su tercer largometraje de ficción, el primero de los tres en el que actúa y, como en los anteriores ocasiones, se trata de un drama. Si los dos primeros eran dramas bélicos, En tierra de sangre y miel (2011) –sobre la guerra de los Balcanes– e Indestructible (2013) –sobre la guerra del pacífico entre EE.UU. y Japón– en Frente al mar, la actriz californiana, dirige un drama cotidiano sobre la culpa y el perdón en un matrimonio sin hijos.

El inicio de la cinta es prometedor: la costa de Malta con sus playas, calas y acantilados combinan a la perfección con una cuidada ambientación de la Francia de los años 70; si bien, es cierto que cuesta hacerse a la idea de que no estamos viendo al matrimonio Pitt en uno de sus viajes por el mundo, sino una ficción. El fondo de la trama –que habla sobre el amor de una pareja que tras catorce años casados no ha tenido hijos– es profundo, a la vez que el recurso al dueño del bar que ha perdido a su esposa resulta una proyección interesante.

Sin embargo, a medida que avanza el metraje, uno tiene la sensación de que las escenas –sobre todo las de sexo– se repiten una y otra vez. Conforme el personaje que interpreta Angelina va tomando protagonismo, la película adolece de ritmo y se transforma en el retrato de una persona atormentada e incomprensible. El problema es que la mujer de Brad Pitt carece de registros faciales y los diálogos no aportan nada a la trama.

Una apuesta atrevida y profunda, por momentos, sobre el amor y el perdón de Jolie, pero que acaba cansando al espectador, ya sea por el alto contenido sexual, ya por la falta de dotes para papeles serios de su protagonista.

Firma: Llorenç Ramis