Handia

El mismo equipo de Loreak apuesta por una historia inspirada en el caso real de un guipuzcoano mucho más alto que la media. Sin prisa y sin tapujos, la trama se cuenta con un tono localista que lleva a reflexionar sobre cómo tratamos a los demás según su aspecto físico.

En Handia se combinan varios elementos que la hacen interesante y particular. Ambos calificativos no pretenden ser un aviso para la estampida de determinado público. Sin embargo, está claro que el equipo de Loreak sigue apostando por un cine de colores locales y voces muy perfiladas.

Esto significa que en esta película, inspirada en hechos reales y bien encuadrada en un contexto histórico de cambios que el protagonista se encarga de enfatizar, se busca marcar el tinte nostálgico y la cuestión de la adaptación, con el inamovible caserío como telón de fondo.

Por eso, Aitor Arregi y Jon Garaño acentúan lo folklórico, siempre en una fotografía y montaje que no ofrecen dudas sobre cómo les gusta contar las tramas, y dejan bastante espacio para rodar la mirada sobre el distinto, el que se sale de la media. En su propuesta sobre el gigantismo adquieren especial preponderancia cómo le consideran y usan las masas populares o incluso regias. Pero sobre todo, Martín, el hermano descolocado y siempre segundo plato, domina la perspectiva y dibuja muy bien el progreso de quien utiliza “al otro” porque desvincula lo corpóreo de lo personal; algo que se pone de manifiesto en varios pasajes incómodos.

Tras su paso por el Festival de San Sebastián 2017, Handia se llevó el Premio Especial del Jurado y el Irizar al cine vasco. Ambos galardones delimitan a su espectador potencial, sin embargo no quedan fuera los que busquen un film narrado sin prisa pero también sin tapujos sobre algo que es bastante universal: tratar a cada persona como persona y dejar que tenga el sitio que necesita en este mundo, no el que nos supone más rédito a nosotros.

Firma: Lourdes Domingo