Hermosa juventud

Hasta la fecha, las películas de Jaime Rosales se movían en la opaca franja del formalismo más rígido, crípticas y cerradas al gran público, sumidas en la gramática de la metáfora estética y conceptual de aquellos artistas que aspiran a ser entendidos por una minoría.

Esta nueva Hermosa juventud supone un punto de inflexión y lanza al director al epicentro de los mortales. Rosales baja al mundo para exponernos de forma elegante, sobria y descarnada, el drama actualísimo de la generación perdida; esa que a día de hoy aún no ha catado las bondades de un curro.

El hiperrealismo que aportan, a partes iguales, el guión y la fresca interpretación de García Jonsson y Carlos Rodríguez le dan al film una textura documental que difícilmente se puede disociar de la ficción. Por primera vez y tras varios retratos sociales producidos por el cine español como Stockholm, La vida inesperada o Ayer no termina nunca, esta producción trae como plato fuerte el vacío, a pelo. Una visión sin ambages del abismo depresivo al que se asoman esos “ninis” que, ante una cuenta en números rojos, sólo se les ocurre vender sus cuerpos.

Hermosa juventud nos trae todas las tribulaciones y daños colaterales con los que la crisis aliña el grueso de nuestra sociedad, pero olvida, o mejor, omite por completo algo que es consustancial al ser humano: la esperanza. Y, sin esperanza, ese retrato no es completo y el gran esfuerzo de Rosales frustra la esencia misma de su arte: catapultar al ser humano hacia algo mejor proyectando ventanas por las que las personas puedan ser rescatadas de la nada.

Firma: Anna Puigarnau