Hotel Transilvania

En su primer largometraje, Tartakovsky ha logrado bastante notoriedad, a la vez que ha suavizado el tono más estrambótico de sus experiencias en televisión. Ruso de nacimiento, este director ha sido responsable de títulos para la pequeña pantalla vinculados a la ciencia-ficción (Star Wars: las guerras del clon, El laboratorio de Dexter) o algo más estrafalarios y de trazo minimalista, rectilíneo y algo feísta (Las supernenas, Samurai Jack).

Por otra parte, en cuanto a influencias se refiere, es imposible obviar que los habitantes de este peculiar hotel recuerdan a unos cuantos personajes de Tim Burton, responsable de múltiples protagonistas inadaptados, literalmente monstruosos pero, eso sí, de gran corazón. En este sentido, Peter Baynham (Arthur Christmas: operación regalo) y Robert Smigel (Saturday Night Live) no abandonan otra línea de fondo argumental, que es la trama de entrada en la vida adulta, sobreprotección paterna y apertura hacia el que no es exactamente igual a mí. Los góticos, tienen en Hotel Transilvania su versión de La sirenita o Enredados.

No puede decirse que el guión sea excelente en cuanto a la estructura y fuerza del conflicto, pues los humanos como amenaza real tienen escasa presencia y los monstruos como amenaza para el adolescente Jonathan no acaban de tomarse en serio. Sin embargo, la imaginación fluye a borbotones en la recreación de un hotel plagado de seres como el hombre invisible, fantasmas, momias, lobos feroces o animales gigantes. En todos esos elementos reside gran parte del sentido del humor del film, además de alguna irónica parodia del cocinero de Ratatouille o los mismísimos protagonistas de Crepúsculo.
 
Firma: Lourdes Domingo