Ice Age: El gran cataclismo

Mike Thurmeier repite como director por tercera vez consecutiva en la helada saga Ice Age que suele llegar para refrescarnos los veranos. Esta quinta entrega no se aleja ni un ápice de lo que ya ofrecieron sus predecesoras: ritmo, ingenio, humor, locura colectiva y muchos personajes luchando por el papel protagonista. Eso sí, a lo largo del film se nota un cierto cansancio creativo y la propensión a escoger unos gags (o a abusar de ellos) que van alejándose de la propuesta inteligente para chapotear en la vulgar ocurrencia. A esto se suma el acelerado compás en el que personajes, acciones y diálogos se atropellan unos a otros sin compasión; con lo que resulta casi imposible no salir un poco aturdido de la sala del cine.

Quizá uno de los momentos más brillantes del film es el extraordinario inicio en el que los locos intentos de Scrat dan al traste con el orden establecido en el Universo. Lleno de detalles y de inspiración, destaca ese arranque donde los guionistas se recrean –y se nota que también se divierten– para poner en marcha la historia. Unos diez minutos que habría que ver más de una vez para captar todo su contenido visual y narrativo.

Por lo demás, Ice Age: el gran cataclismo es lo que la mayoría espera que sea: una hora y media de diversión apresurada con personajes (sobre todo secundarios) inolvidables y una historia bien contada. Una receta efectiva para las calurosas tardes estivales.

Firma: Mar Pons