Infierno azul

Desde que en 1975 Spielberg aterrorizara a todas las salas de cine poniendo como protagonista indiscutible a un sanguinario tiburón, los peligros marinos no han dejado de inundar las pantallas beneficiándose además, con el paso del tiempo, de la indudable mejora de los efectos especiales.

Con pequeñas variantes, el guion suele seguir un esquema similar y sencillo, recurriendo al contraste entre las silenciosas y pacíficas playas y el peligro letal y estruendoso que ocultan sus aguas. Sin embargo, Jaume Collet-Serra, el director catalán responsable de Infierno azul, aunque basándose también en esa manida plantilla, logra sorprender al centrar la película en la lucha individual entre el tiburón y la protagonista.

El film resulta indudablemente entretenido gracias, entre otras cosas, a su brevedad. Collet-Serra apuesta por un relato conciso, en el que es más controlable mantener la tensión y la intriga hasta el final. Juega hábilmente con recursos no originales, como el found footage o la sobreimpresión de pantallas de móvil, y cuida al máximo todos los efectos audiovisuales, con una fotografía espléndida (y a veces cruda) y un sonido logrado e inquietante.

La inclusión del drama personal de Nancy y algunos detalles de humor, gracias a la breve aparición del personaje de Oscar Jaenada, le dan a la película un tono más humano con el que un público amplio puede empatizar.

Es difícil, no obstante, no detectar frecuentes giros inverosímiles de guion, con una Nancy convertida en una moderna McGiver. Tampoco se entiende la tendencia a cortar antes de tiempo los picos de máxima tensión y exaspera un poco el recrearse tanto en la anatomía en bikini de Nancy.

Pero, del mismo modo, es difícil no disfrutar con este film bien hecho, entretenido, refrescante y, por supuesto, aterrador.

Firma: Esther Rodríguez