Joven y bonita

François Ozon fue un alumno aventajado de la Escuela de Cine de París. A pesar de su juventud (no llega a los 50 años) tiene a sus espaldas numerosos trabajos, entre largos y cortometrajes, y se ha convertido en un referente del cine galo y, por extensión, europeo.

Trabaja directamente los guiones y los dirige con seguridad, dominando los tiempos fílmicos, la planificación, el trabajo de los actores, la fotografía y la banda sonora para obtener un producto eficaz, acabado y sin fisuras. Donde mejor se mueve, por otra parte, es entre las escenas cotidianas, logrando que el espectador se pasee con naturalidad entre los protagonistas pasando a ser un miembro más de la familia o del grupo. Suele dotar a sus historias, sin embargo, de ciertos elementos fantásticos, que le dan un aire surrealista y provocan un curioso contraste con la cotidianeidad antes citada.

Toda esta experiencia queda patente en Joven y bonita pero, en este caso, la calidad del envoltorio no compensa un contenido brutal e inverosímil en el tema y cansinamente explícito en su exposición. Cierto que es recurrente en el cine de Ozon una peculiar (y deshumanizada) visión de la sexualidad y de la familia y la pareja (relaciones a las que considera el escenario ideal para las mentiras, los secretos y las desconfianzas). Si a esto le añadimos que desde su película anterior, En la casa, ha decidió centrarse en el tema de la adolescencia, y que pare él (y cito literalmente) los adolescentes son todos “pervertidos monstruosos”, y “fríos manipuladores”, esta última obra suya a la fuerza no puede ser muy alentadora.

El hecho, inverosímil como decía, de que una joven de 17 años, de familia culta y acomodada, que la quiere y la cuida, decida entregarse a una prostitución desenfrenada y someterse a todo tipo de humillaciones y vejaciones por parte de varones desconocidos, manejándose con naturalidad en los hoteles, no puede mostrarse sin más, como una simple descripción o como un mero ejercicio audiovisual. Repugna ver a una menor (aunque la actriz no lo sea) en esa situación y que el director se limite a plantear esa posibilidad sin intentar, conscientemente, hacer ningún tipo de reflexión o al menos de búsqueda de las causas que han conducido a la protagonista a tomar esa inusitada decisión. La pretendida objetividad de este planteamiento se muestra también falsa en el momento en el que el director se dedica a mostrar insistentemente los encuentros sexuales en la pantalla, convirtiéndose Ozon en un cómplice complaciente de la prostitución de Isabelle.

Desaprovecha, además así, su propio trabajo de guión, pues habiendo creado unos secundarios magníficos (la madre, el padrastro y, sobre todo, su hermano Víctor) finalmente los reduce a meras comparsas y poco más que un relleno entre trabajo y trabajo de Isabelle.

Ozon, en definitiva, se ahoga en su propia incontinencia. Y como es un chico listo (más que listo, listillo, como dice una sabia colega), parece embaucarnos con una estructura en estaciones y canciones, un bello formato y un par de detalles originales -como es el desdoble de Isabelle al inicio, durante su primer encuentro sexual- y el as que se saca de la manga al final cuando aparece Charlotte Rampling (compartiendo complicidad tristemente con Ozon). Pero los trucos, falsos como todos los trucos, no evitan que esta película no pase de ser una muestra de sexo audiovisual, malogrado por la pobreza de sus intenciones y lo dudosamente ético de su propuesta.

Firma: Esther Rodríguez

Extras DVD:

• Audio: español, catalán, francés
• Subtítulos: español, catalán
• Tráiler
• Entrevistas
• Ficha técnica
• Ficha artistica