La casa mágica

La casa mágica llega este verano a nuestros cines como alternativa, en busca del público infantil demasiado pequeño para Inside out.

La película, mucho más sencilla que la de Pixar, cuenta una provechosa historia sobre el descubrimiento del amor gratuito y la posterior lucha por mantenerlo, un camino de aprendizaje tanto para los personajes como para los niños espectadores. A diferencia de otros films del género, no se incluyen gags o diálogos ideados para atraer un público adulto. Se nos presenta una trama sencilla pero coherente, con personajes que no sufren cambios -el bueno es buenísimo y el malo es malísimo- es decir, todo está orientado a un rango infantil. Por esta razón, no se entiende que haya algunas escenas algo recreativas de un ambiente de terror, aunque inocente, no muy apropiado para los más pequeños.

Los directores belgas estampan su sello visual en esta producción alejada de los grandes estudios de Hollywood. A pesar de que la factura es enteramente digital, sorprenden con el uso de trepidantes travellings subjetivos, recorriendo la casa mágica y viviendo en primera persona las carreras de nuestro nervioso protagonista. También se distinguen llenando la pantalla de personajes curiosos caracterizados por juguetes que remiten a la saga Toy story.

Para los mayores, la película no se hace demasiado larga, tiene un ritmo dinámico y encontrarán varios guiños en la música, compuesta por clásicos del rock y pop inglés. La ambientación -una Bélgica contemporánea con crisis inmobiliaria, donde de fondo se habla de la avaricia del dinero y los seres marginados que viven ajenos a este mundo- también es un tema que no deja indiferentes a los adultos.

Un film con poco presupuesto y sin grandes pretensiones, pero que se pone a disposición del disfrute de toda la familia.

Firma: Javier de la Llave