La cura del bienestar

Es un lugar común que de un guion regular (o directamente malo) no puede salir una buena película. Y en el mismo calendario de sentencias podríamos encontrar alguna otra tipo “el hábito no hace al monje” para referirnos a que, en cuestión de cine, las buenas ideas y los buenos envoltorios no componen de por sí un buen resultado.

La cura del bienestar parte de las novelas de Entreguerras sobre balnearios (La montaña mágica, de Thomas Mann está toscamente homenajeada en este film) y le añade elementos modernos (los corredores de bolsa) y otros más legendarios y misteriosos. Ninguno de ellos toma la iniciativa y lo que se recibe en un principio con encanto e interés termina por provocar hastío e incluso repulsión.

El gran acierto del film es la fotografía, tanto de los interiores como del bello exterior alpino. Su calidad, complementada con atrezzo y vestuario, sostienen, junto a una incipiente intriga, la primera parte del film. Pero careciendo de un guion verosímil, que parece confundir misterio con rareza, el film se puebla de lugareños extraños, pseudociencia y brujería de andar por casa que conducen la trama hacia un final que nunca llega (dos horas y media siempre es demasiado) y que, al menos, en despropósitos no defrauda.

Firma: Esther Rodríguez