La estación de las mujeres

La directora india Leena Yadav, a través de la historia de un grupo de mujeres, nos acerca la durísima y dramática situación de la mujer en la India, aun bien entrado el siglo XXI.

Aunque toma como escenario una aldea imaginaria, la realidad que nos cuenta responde a una región de la India que la realizadora conoce muy bien por lo que la ambientación y el reflejo general de una sociedad está perfecta, e incluso bellamente, plasmado. Las casas, los trajes, los amplios horizontes, los vehículos y el afilado contraste entre el colorido de telas y objetos y la aridez del paisaje y las viviendas, se han rodado con una mirada firme y certera.

El tono del film pretende ser amable y optimista y ciertamente no pierde en ningún momento el aire vitalista. Se acentúa así, como ya hemos comentado, el contraste con esa sequedad permanente ligada a la tierra y las tradiciones y que funciona como una metáfora poderosa de la situación de la mujer allí (de hecho, el título original de la película es Parched, que en inglés se traduce como árido o muy seco).

Sin embargo, la directora parece haberse contagiado de la sequedad del ambiente y la película en conjunto resulta bastante inmisericorde, inclinándose hacia un determinismo desesperanzado que prolonga la virulencia del varón y aboca a las mujeres a una existencia de sometimiento.

Rezuma también el relato cierto elitismo cultural. Lo más triste de la película es la escasa presencia, aunque la hay, del valor de la lectura y la poca importancia que da al personaje de la esposa de Kishna, la única que ha podido completar sus estudios y que, sin embargo, no entra en el grupo protagonista. Para estas, la única liberación es la sexual y por eso se mueven constantemente en ese plano, sea de prostitución, placer o lesbianismo. Siendo cierto que el sometimiento sexual al varón es clave para la falta de desarrollo familiar y social, también lo es que sin un crecimiento cultural y espiritual, el progreso social e individual en libertad quedará atascado y reducido a una lucha por la igualdad sexual meramente material.

Una pena que esta válida realizadora haya perdido la oportunidad de dotar de mayor hondura y amplitud a su ya poética película. Otra vez será.

Firma: Esther Rodríguez