La profesora de parvulario

Tras la errática o dispersa Policía en Israel, Nadav Lapid centra su atención en una trama, prácticamente, mono personaje. Sin embargo, en esta ocasión, el guión de Lapid también consigue despistar al espectador con un tono que, voluntaria o involuntariamente, pasa de la empatía con la protagonista a una extraña postura de incomprensión.

La profesora de parvulario amanece como un estudio de la inspiración poética, fresca e ingenua, en un niño de cinco años y, sobre todo, del despertar que provoca en la maestra, una aficionada al arte de leer y componer versos.

En su desarrollo, emergen aspectos familiares y sociales del pequeño Yoav y de Nira que no siempre suman en el dibujo ambiguo, entre crítica y homenaje, al amor idealista y romántico por la poesía. Lapid coquetea con la envidia y el robo, se trabuca con la pasión erótica inspiradora y se aleja de lo verosímil con su ofuscación por el intelecto del niño y el olvido de su frágil y devastadora situación vital.

Finalmente, en su ocaso, la película da paso a cierta enajenación, al estilo de la pasión romántica por el arte, que se hace con la trama de un modo algo bandido. En este sentido, Haganenet da un grito de alarma sobre el vacío que produce la ausencia de arte en la sociedad. Sin embargo, ese grito, que se lanza desde una historia que arranca con tino, como una curiosa variación del amor fou; un amor loco, distorsionador y no redentor entre Nira y la poesía.

Firma: Lourdes Domingo