La senda

Juan Carlos Fresnadillo es uno de los valores en alza en el mundo cinematográfico español. Ha sido nominado a los Oscars por su primer corto (Esposados), ha ganado un Goya (Intacto), y recientemente ha sido contratado en Hollywood para adaptar a la pantalla un exitoso videojuego. Se encuentra cómodo escribiendo y dirigiendo películas de terror y suspense, y por eso era el guionista ideal para La senda.

Y también por eso el desconcierto ha sido mayor al encontrarnos ante una historia deslavazada, inverosímil (la coartada de las pesadillas, fantasías y alucinaciones no sirve de excusa), caótica y, además de todo ello, aburrida en bastantes momentos.

La envoltura es impresionante, sin embargo. La fotografía de Miguel Llorens, el montaje de Miguel Ángel Villa y la música de Josep Vicent se complementan para crear un ambiente sobrecogedor e inquietante donde todo puede pasar. Pero el problema es que no pasa nada que no sea previsible y las sorpresas y giros de guión no dejan de ser meros trucos vacíos e inconexos que provocan que sea el espectador el que desconecte de la historia.

Esta película deja cierta idea de precipitación. El arranque es, tanto en forma como en contenido, más que correcto, e introduce algunos elementos prometedores (como las marionetas alegóricas o el propio ajedrez) que se diluyen hasta desaparecer dejando sólo una sucesión de escenas de sustos y sobresaltos que, como hemos dicho, debido a su inverosimilitud acaban cansando y alejando al público.

Podemos destacar, no obstante, el trabajo de los actores, en especial el del protagonista, Gustavo Salmerón sobre el que recae casi en solitario el peso de la película. Ofrece un personaje bastante sólido aunque tiene como asignatura pendiente la declamación, lo que, unido a la pobreza de los diálogos, resta consistencia al papel.

Firma: Esther Rodríguez