La señorita Julia

Liv Ullmann se aventura a escribir y dirigir la adaptación cinematográfica de la obra de teatro de August Strindberg, ambientada de un modo más o menos convincente a finales del siglo XIX. El reparto se reduce a tres personajes principales: Jessica Chastain luce todas sus cartas interpretando a la protagonista y eclipsando un tanto a la también buena actuación Colin Farrell. El tercer personaje sobre el que pivota la obra es la sirvienta, una mujer de ideas claras y carácter firme, encarnada por Samantha Morton. A excepción del breve prólogo de Julia de niña preguntándose si logrará ser ajena a los sufrimientos del mundo, no vemos más que a estos tres actores moviéndose por los cuatro o cinco decorados en los que transcurre la acción. Sabremos de la existencia de otros personajes (el barón, sobre todo) por ruidos y por diálogos.

Al tratarse de teatro llevado al cine, ya imaginamos a qué nos atenemos: dos horas de conversaciones interesantes para el público adulto aficionado al teatro o familiarizado con las artes literarias, pero un tanto aburridas para el resto. Lo más trepidante que ocurre no queda fuera de las escenas dialogadas, sino que tiene que ver con la intensidad, violencia o pasión con las que éstas son conducidas.

Lo más destacable son las actuaciones, sobre las que recae completamente el éxito o fracaso de este film. En cuanto al ritmo, no se ha sabido ponderar la diferencia entre la audiencia del teatro y la del cine, de modo que se exige un esfuerzo extra por parte del espectador.

Una película dirigida a un público muy concreto. Por eso, si se quiere disfrutar de veras, lo mejor es intentar empatizar con los personajes y no perder el hilo en ningún momento.

Firma: Josepmaria Anglès