Las vidas de Grace

Las vidas de Grace logra emocionarnos mediante hermosas lecciones vitales, llenas de generosidad y esperanza. En ocasiones como ésta, el cine independiente, posiblemente con menos medios, consigue llegar con más intensidad al interior del corazón humano.

El centro de acogida, espacio en el que se desenvuelve prácticamente la mayor parte del metraje, no es en este caso un escenario tétrico ni oscuro, como se nos muestra en algunas cintas, pese a describir con sutil entereza los evidentes problemas psíquicos derivados de graves comportamientos parentales. Sus moradores, la gran mayoría en pleno desarrollo de su juventud, sufren -claro que sí- los efectos de acciones anormales que han dejado profunda huella en su comportamiento habitual, aunque allí se desenvuelvan en un ambiente de ajustado compañerismo, en el que todos y cada uno de ellos son conscientes de la problemática de los demás.

Grace (magnífica la interpretación de la actriz Brie Larson, a quien recordamos en Infiltrados en clase), con su propio problema a cuestas, procura atemperar las profundas heridas del alma de cada uno de sus propios compañeros, con un cúmulo de amor y cariño desinteresado para convertir en centro de vida temporal lo que podía ser, en ciertos momentos, un auténtico infierno existencial.

Destin Daniel Cretton ya había firmado con anterioridad idéntico tema con el cortometraje Short term 12, que ahora convierte en su obra principal de inmediata resonancia en multitud de festivales cinematográficos de todo el mundo.

El asunto es complejo y con marcada incidencia en las huellas que una determinada parte de la juventud -con evidente problemática familiar y escasa base moral- soporta buscando complicadas salidas con oscuros horizontes.

“Dame la mano y cuéntamelo todo… Mírame a los ojos y dime que todo marcha bien”. Siempre hace falta una especie de Grace que te indique el camino.

Firma: Joaquín Guitart