Laurence anyways

Apodado ya como “enfant terrible”, Xavier Dolan estrena su tercera película, en la que escoge un nuevo escenario para hablar de los límites en la construcción de la propia identidad sexual. A través de dos personajes, entre los que quiere trazar un peculiar romance y amistad, Dolan se adentra en un mundo de personajes desgraciados en casi todas sus facetas vitales.

De entre todos los temas y argumentos ya recurrentes en su incipiente filmografía, el joven director candiense coloca bajo tierra la infancia infeliz debido a carencias afectivas paterno y maternas, a las que se achaca en la madurez muchos otros males. Aunque las complejas relaciones madre e hijo no tienen un protagonismo dominante, sí que son determinantes en diversos aspectos.

Con saltos en el tiempo a lo largo de una década, el film de Dolan manifiesta cierta vocación de grandilocuencia en sus casi 160 minutos. En este sentido, la banda sonora también camina en la línea, pues abarca desde los estilos que fructificaron en los 80 -con hits de The Cure, Duran Duran o Kim Carnes-, pasando por lo que Depeche Mode empezó a ofrecer a principios de los 90, mucho sintetizador y derivados del punk, así como a los mismos Beethoven, Tchïkovsky o Prokofiev.

En la concepción estética, Laurence anyways es heredera de la moda glam (también ochentera), en especial por el acento que ponía ese movimiento en cierto look travestido y actitudes muy sexualizadas. Todo esto se manifiesta en su trasfondo de desencanto hacia la realidad. Por eso, aunque Dolan aboga por la liberación de los instintos y la experimentación de sus personajes, siempre en un contexto que va de lo lúdico a lo dramático, sin término medio, el film no esconde las amarguras del periplo vital de sus protagonistas.

En la historia de Dolan, explorar se prioriza en lugar de indagar en causas más profundas y caminos quizá más complejos, pero también más esclarecedores. Aunque no peca de idealizar situaciones y personajes, sí que adolece de un claro horizonte antropológico y moral, que oriente la existencia. Crea un microcosmos que rodea de esa estética ya comentada, con momentos de exageración onírica y frecuente caza de imágenes algo efectistas y bastante forzadas en su perspetiva e intención lírica.

Firma: Lourdes Domingo