Líbranos del mal

Scott Derrickson, que debutó con El exorcismo de Emily Rose y continuó con una historia menor pero vinculada al mal en sus esferas de ultratumba (Sinister), sigue contando con Paul Harris Boardman,, compañero de casi todos sus proyectos, para adaptar el libro del Ralph Sarchie real.

Con el aliciente de su inspiración en casos verídicos y con la experiencia del Derrickson en estos entornos “de profundis” en el cine, aparece en la cartelera una nueva historia sobre la presencia del demonio en nuestras calles. Es el mismo director quien afirma que “No tengo especial interés por hacer creer a la gente en la existencia o no de los demonios, pero sí creo que el fenómeno del exorcismo es algo que hay que tomar en serio. La fe religiosa es un tema del que mucha gente no quiere hablar, porque suscita preguntas sobre moralidad, ética, la otra vida, cómo se supone que debemos vivir, todas las grandes cuestiones”.

Con esta declaración de intenciones tras el guión, la película quiere ofrecer un dibujo del mal en el interior del ser humano y del Mal como presencia real entre los mortales. Esta trama se articula a través de una estructura en parte de thriller o investigación policial y, en parte, de intento de drama personal con aspiración purgativa. Todo está sazonado con sus sustos y sorpresas, sótanos sombríos y sonidos más que lúgubres.

Sin ofrecer un retrato tan completo del asunto como sí hizo en su ópera prima, Derrickson abunda más en los efectismos y rehúye las complejidades, pero sin caer en la caricatura o en la acción compulsiva y predecible de tantos títulos sobre posesiones que han pasado por la cartelera en los últimos dos años.

Firma: Lourdes Domingo