Llena de gracia

Llena de gracia es una sorpresa interesante por lo atípico de su planteamiento de fondo y forma.

En cuanto a lo primero, es un film reflexivo más que narrativo. No pretende contar nada en concreto sino reflejar un estado de ánimo, mostrar las posibles sensaciones de aquellos que conocieron a Jesús y que recibieron el encargo de continuar su misión entre los hombres. En ese sentido, es más una oración en voz alta. María recuerda con agradecimiento el momento de la Anunciación y los principales acontecimientos que vivió junto a su Hijo. Presiente el final, un nuevo comienzo en definitiva, y contempla su pasado y su futuro. San Pedro y los demás confían a María sus preocupaciones, sus dudas y también le manifiestan la alegría del recuerdo de sus primeros encuentros con el Señor.

Más de una vez se pierden en disquisiciones teológicas confusas y se enredan en la descripción de las primeras herejías surgidas, a la par que la extensión de la fe entre los gentiles, pero pronto se reconduce la conversación hacia el interior de los protagonistas.

Y con respecto a la forma, sin ser experimental, el film presenta un aspecto peculiar. Usa (y a mi juicio abusa) de unos primeros planos que rayan el plano-detalle y juega también con la cámara en mano (en este caso sin llegar a cansar) para imprimir una mayor verosimilitud y cercanía. Es destacable también el dominio de los claroscuros, un tenebrismo simbólico que refuerza el intimismo de la historia.

Realmente no es una película fácil. El espíritu contemplativo se traduce en un exceso de parsimonia y los diálogos pueden resultar carentes de sentido e interés para los que no estén familiarizados con la fe cristiana (incluso para la multitud de creyentes con diferentes sensibilidades válidas). Sea como fuere, la que suscribe se queda con un consejo que María recuerda varias veces y que viene bien a cualquiera: vuelve al principio; vuelve a los orígenes… Vuelve a recomenzar.

Firma: Esther Rodríguez