Lone Star

Se trata de otra singular obra del vanguardista neoyorquino John Sayles, uno de los líderes del Nuevo Cine Independiente USA, movimiento surgido en la década de los 80. Guionista, montador y realizador de prestigio (Passion Fish, El secreto de la isla de las focas), que en su décima película como director ofrece un duro testimonio sobre la convivencia y yuxtaposición de culturas en la América fronteriza.

Concebido en imágenes con la brillantez formal y la complejidad intelectual que le caracteriza como autor, Sayles sustenta su original relato en una narrativa de difícil lectura para el espectador, pero cuyos saltos espacio-temporales están resueltos con maestría creadora. El cuadro de intérpretes -que incluye nombres reputados como el veterano Kris Kristofferson o los ascendentes Frances McDormand (Fargo) y Matthew McConaughey (Tiempo de matar)- ayudan a lograr el estudio de mentalidades que también pretende el filme.

Así, este cronista de la vida norteamericana del siglo XX vuelve a insistir en la temática que le distingue como cineasta: la incertidumbre, la soledad, la sucesión imprevisible de acontecimientos, la multidimensionalidad de los humanos… Sin embargo, en Lone Star (título ya significativo en sí mismo), habla además de las relaciones entre mito y realidad, leyenda e historia, padres e hijos, amantes y seres a la deriva, ciudadanos “de derecho” (indios semínolas, afroamericanos, WASP) e inmigrantes hispanos, intereses económicos y corrupción política; o, en definitiva, de la verdad y de la mentira.

Con cierto nihilismo ideológico (pues apenas se hace una denuncia explícita; se exponen unos hechos sin más, a veces muy amargos), la película mantiene o parece justificar actitudes amorales en relación a estos (asesinato, corrupción, racismo, relaciones amatorias…) y está ausente de toda reflexión crítica. Y es que John Sayles propone un “New American Way of Life”, con el que pretende superar la herencia cultural adquirida que intentó resolver los conflictos que van encarnando los diversos personajes, representantes a su vez de las distintas culturas.

Acaso estamos ante una “obra de culto”, dirigida a cinéfilos (como las también experimentales y de vanguardia Ed Wood, Sospechosos habituales o Dead Man), si bien demasiado ambiciosa en su voluntad de expresión. Lone Star acaba siendo un cóctel indigesto, pero que, al mismo tiempo, retrata con creces un mundo en crisis: el estadounidense y de frontera, por excelencia.

Firma: Redacción